MELINA FURMAN
Bióloga por la Universidad de Buenos Aires y Master y Dra. en Educación por Columbia University, EEUU. Es Investigadora del CONICET y Profesora de la Universidad de San Andrés en Buenos Aires (Argentina). Investiga sobre innovación educativa, con foco en la enseñanza del pensamiento crítico y curioso desde el jardín de infantes hasta la vida adulta. Coordina, asesora y evalúa programas de innovación educativa y formación docente en América Latina. Ha publicado varios libros sobre educación, especialmente en cuestiones metodológicas que interpelan el modo de enseñar y ayudan a los docentes a su tarea de transformación, como es el caso de su último libro, «Enseñar distinto». Tiene varias conferencias TED, como “Preguntas para pensar”, que suman más de un millón de vistas.
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(Los párrafos en negrita corresponden a Pepe Menéndez y los párrafos sin destacar, a Melina Furman)
Melina, muchas gracias por aceptar la invitación. Eres una gran experta en rutina de pensamiento, así que me encanta que podamos empezar esta segunda etapa de “Mudanzas: conversaciones educativas transformadoras” con una persona como tú, que has ayudado a tantos docentes a implementar rutinas de pensamiento. Para iniciar nuestra conversación, me gustaría que nos dijeras por qué has elegido esta imagen.

Salgado, S. (2005). La cuna de la desigualdad. UNESCO.
Elegí esta imagen de un libro de Sebastião Salgado, un gran fotógrafo brasileño que ha retratado muchas escenas en escuelas. El libro se titula “La cuna de la desigualdad” y lo publicó la UNESCO. Si nos fijamos en la imagen que elegí, siento que captura algo muy profundo de lo que pasa en la educación en todo el mundo y, sobre todo, en los países en vías de desarrollo y en las zonas más desfavorecidas. Es una imagen que me impactó mucho cuando la descubrí en el libro. Sentí que nos invitaba a pensar en muchas cosas. Por eso te la traje, pensando en esta rutina de “veo, pienso, me pregunto”, que también podemos describir como “observar, pensar, preguntar”. Esta rutina la podemos entender como un gran “caballo de Troya” para usarla en las aulas desde edades muy tempranas y, por supuesto, en la formación docente. Nos ayuda a discernir entre tres habilidades de pensamiento claves para la vida. La primera, poder observar, y observar lento, como dice Shari Tishman, profesora en Harvard. Ella habla de Slow Looking, que se identifica con observar despacio, con tiempo y tratando de ver que hay ahí para describir con todo el detalle que podamos la realidad, de la manera más objetiva posible. A partir de ahí, la parte “pienso” de la rutina propone preguntarnos “¿Qué pensamos sobre eso que observamos?”. Aune son bien distintas las inferencias de las observaciones, a veces, cuando recién empezamos con este ejercicio, se nos cruzan. Pareciera que se mezcla en nuestra mente lo que veo y lo que pienso, nos cuesta separarlos. Poder enseñar esa diferencia es un modo de formar el pensamiento crítico de manera muy potente, porque nos ayuda a diferenciar el dato, la observación, lo que está “ahí afuera” en la realidad, de aquello que interpretamos. Y, finalmente, llegan las preguntas que nos surgen de esa observación. Digo que es un “caballo de Troya” porque es una rutina muy sencilla de usar con los alumnos y tiene un gran impacto sobre la cultura de pensamiento que vamos instalando en el aula. Nosotros la vamos a usar con unas fotografías, pero también se puede aplicar con un vídeo, con un objeto, con un texto… Es muy fácil de utilizar en cualquier asignatura y nos lleva a un lugar de conversación muy interesante. Así que te propongo hacer la rutina con esta imagen.
Qué interesante esto que dices Melina, porque también lo podríamos aplicar a la propia observación que los docentes hacemos en el aula o en cualquier otra actividad de enseñanza y aprendizaje, cuando las compartimos con otros colegas. Muchas veces miramos a otro docente y, enseguida, pasamos al pienso y me pregunto, saltándonos la parte más descriptiva de la observación. Es una cuestión en la que insistía mucho el profesor Richard Elmore en la aplicación de sus famosas Rondas de Observación. Hemos de ser cuidadosos y empezar por esta fase descriptiva, siguiendo la rutina de pensamiento tal como nos las has explicado. Si te parece, vamos a ver atentamente esta imagen de una escuela rural de Paraguay y, brevemente, contestar a la pregunta de qué es lo que vemos.
Yo veo aquí a tres niñas y a un niño que asoma por el costado. Están descalzas y vestidas con ropas sencillas. Se las ve muy concentradas en la escritura, con esa expresión adusta de estar haciendo algo que pareciera importante. Hay un cartelito detrás que dice “Ciencias”. Y otros pósters, en los que no podemos leer bien lo que dicen, pero que parecieran ser esos carteles de Ciencias donde hay figuras de animales y sobre cómo se relacionan entre sí, como una taxonomía de la Biología donde están las aves o grupos de distintos animales que encontramos en la naturaleza. Veo una pared de madera. Veo un suelo de madera también, coincidente con el que uno ve muchas veces en escuelas rurales.
¿Te parece que esas cartulinas que hay ahí al lado del cartel de Ciencias podrían ser trabajos escolares?
Podrían ser trabajos de los alumnos. Ahí vamos ya al “pienso” de la rutina, ¿no? Interpreto que podrían ser trabajos de los alumnos o también esos carteles que ponen los docentes para organizar información y que quedan ahí, visibles para que no la olviden.
También es interesante que las alumnas tienen rasgos de una determinada etnia, ¿no? Ahora no nos preguntamos de cuál, solo vamos a la observación más descriptiva pero estamos hablando de una escuela rural de Paraguay, eso sí lo sabemos, y yo veo que esas niñas pertenecen a una etnia. Parecen muy iguales la una de la otra, incluso los vestidos que llevan son, uno de falda corta a la altura de la rodilla, un vestido sin mangas… Los vestidos no son iguales…es una observación puramente descriptiva.
No son iguales. Son de distinto color, sí. Pero llevan vestido y, como decíamos antes, no llevan zapatos.
También nos podemos fijar en la posición del cuerpo, Una, con el codo en la mesa, la mano en la cabeza. Otra parece que está borrando algo en el cuaderno. No sé si eso forma ya parte del “pienso”, pero en todo caso, una escribe y la otra piensa.
Y parece que están escribiendo con lápiz. No es un bolígrafo lo que usan.
Y me da la sensación de que la banqueta donde están sentadas no es la suya, y propia de su edad. Están sentadas como medio de pie. Parecen más apoyadas que sentadas.
La clase tiene una distribución frontal. Están en filas, no están en grupo, están mirando hacia al frente.
Lo que sí podemos señalar es que es una típica escuela rural, con los recursos básicos y las niñas están trabajando. No sabemos si su mente está en otro sitio, pero están trabajando. ¿Qué es lo que pensamos, si nos centramos en un contexto de enseñanza y aprendizaje como el que estamos viendo?
Primero pienso en que esas niñas están concentradas en lo que hacen. Por lo menos, sus caras me hacen pensar que están muy comprometidas y que incluso les está costando, de hecho, eso que están haciendo, como si reflejaran que no les da lo mismo esa situación de aprendizaje, que tienen que poner foco para resolverla.
Pienso también que esos carteles de Ciencias de la pared aportan información, pero que son clásicos de una enseñanza muy tradicional de las Ciencias, donde lo que uno aprende en Ciencias Naturales es a recordar grupos de organismos, clasificaciones, definiciones. Aportan información, pero son típicos de una enseñanza enciclopedista, algo que es útil en un sentido, porque necesitamos tener información y conceptos básicos en la mente para poder pensar, pero que sabemos que no alcanza y que necesitamos una ciencia más experimental, más de investigación, en la que los niños y las niñas puedan pensar por sí mismos y hacerse preguntas, explorar, recolectar información, sacar conclusiones y ahí ampliar con la información de los textos.
Esos carteles, aunque es posible que haya más que no estamos viendo y que esos otros tal vez sean diferentes, dan cuenta de una ciencia muy tradicional, la que se viene enseñando hace cientos de años, y que está muy cuestionada hoy como única manera de enseñar las Ciencias.
En el fondo podríamos decir que es una enseñanza narrativa, en la que yo, como alumno, no intervengo, no exploro y no investigo. Los carteles estáticos de una escuela pueden recordar claramente los atrios de las iglesias, cuando la mayor parte de la gente no sabía leer ni escribir y donde las imágenes narraban la historia bíblica y era una manera de transferir el conocimiento y el pensamiento. En estos casos no hay intervención del alumno, sino que sólo hay una única narración que el estudiante debe memorizar, comprender e integrar. Es muy interesante porque se está poniendo en cuestión, específicamente en la enseñanza de las ciencias, si los alumnos no deberían intervenir más en ese proceso de exploración, ¿no te parece?
Tal vez uno podría preguntarse qué hace la docente o el docente con esos carteles. Puede ser que la información esté ahí de manera declarativa y después, con eso, los alumnos tengan que hacer algo más activo, como por ejemplo, encontrar qué tienen en común esos grupos, en qué se diferencian, o inventar un animal nuevo para ponerlo en ese grupo y pensar cómo sería. Los recursos no nos hablan de cómo se usan pero nos dan una pista de que si son los únicos presentes sólo se plantee ese tipo de trabajo o de transmisión de la información en la pared. Como dices, es una enseñanza narrativa.
Pero hay dos grandes tipos de narraciones. Por un lado ésta, que podríamos llamar declarativa, que es la descripción de objetos agrupados por características, de estilo muy clásica, como cuando te ponen los elementos de la tabla periódica o los tipos de planetas. Se trata de una taxonomía de la realidad, que implica simplemente describir lo que se ve y agrupar la información. Por otro lado, existe otro tipo de narración, como puede ser un cuento del docente, que tiene otra impronta. Son las narraciones organizadas como relatos de historias, que sabemos que es una de las mejores maneras de aprender que tenemos los seres humanos. Y en esas narraciones los alumnos ni siquiera tienen que tener un rol tan activo, pueden escuchar y luego conversar, pero son un tipo de estímulos bien distintos a solo contarles información ya acabada al estilo de “los seres vivos tienen tal y cual característica”. Por el contrario, si a mí me cuentan historias de la ciencia, como por ejemplo la de Linneo, el naturalista que ordenó grupos de animales y de plantas por primera vez, y por qué se decidió a hacer esa clasificación, y con quién se peleaba en ese momento, cuáles eran sus preguntas o cuáles eran sus debates con otros científicos, ese es otro tipo de narración. Uo puede elegir entre ir por el lado de las historias que humanizan a la ciencia, que hace que nos sintamos parte de una aventura del pensamiento colectivo que lleva cientos y miles de años, o decidirse por una narración descriptiva como si la realidad estuviera ahí afuera para ser descrita, de carácter más estática. En este segundo caso, no hay mucho protagonismo del alumno que le permita contribuir y comprometerse con el aprendizaje y encontrarlo motivador.
Hay algo que me parece interesante en la imagen, y que seguramente la has escogido también por eso, que es la emoción que produce pensar en el valor de esa escuela, el que tiene para esas niñas, aunque nos parezca que la enseñanza pueda ser tradicional y aunque nos parezca que puede ser memorística. Pero hay algo emocionante en la imagen, que es la oportunidad de aprendizaje de esas chicas. Y, precisamente, porque sean chicas.
Pienso también en todas las niñas y niños, pero sobre todo en tantas niñas que no van a la escuela. Por más que, como decíamos, podría haber otras maneras de enseñar, el hecho de que ellas estén ahí, que estén dedicando tiempo de su infancia a la escritura, al aprendizaje y al conocimiento, cambia las posibilidades de su vida. Estar con un docente que las está cuidando, que está ahí preocupado/a porque esa situación de aprendizaje suceda, que aprendan la escritura, que abre tantas puertas. La lectura y la escritura son puertas al mundo. Esto parece obvio decirlo en el Siglo 21, pero todavía existen millones de niños que no están teniendo acceso a la escuela, o que lo tienen muy limitado. Elegí esta imagen también por eso. Pienso que esa situación, que es hasta “sagrada”, de las niñas aprendiendo es muy grande, que sigue siendo muy importante.
Podríamos manejar unos cuantos “me pregunto”. En los últimos años, la escolarización ha llegado a muchos rincones, algunos son del tipo de la escuela que estamos viendo en la imagen. Sabemos que en muchos sitios, los niños y las niñas de 10 años no han adquirido la competencia básica de la lectura y escritura. Ves esta imagen y piensas en lo importante que es centrarnos en lo esencial, como es que a una determinada edad consigan leer y escribir. Creo que no debemos pensar que impartir otros aprendizajes enciclopédicos justifican que al final no hayan conseguido leer y escribir bien, ya que han aprendido otras cosas. Probablemente, si uno no adquiere la competencia de lectura y escritura de manera más sólida, después no va a poder seguir aprendiendo.
Siguiendo la rutina, me pregunto, ¿no es una locura que en el siglo XXI haya tantos chicos y chicas que no estén pudiendo leer y escribir de manera fluida? En Argentina, mi país, pasa mucho. Es una de las cosas que no hemos resuelto en toda Latinoamérica, y en todo el mundo en vías de desarrollo. Es algo que sabemos hacer desde hace rato como comunidad educativa, que ya se conoce bien cómo hacerlo: enseñar a leer y escribir. Que no seamos capaces de lograrlo para todos me provoca hacerme esa pregunta. Y me refiero a una lectura comprensiva, donde quién está leyendo se apropie de ese texto como si fuera suyo, y lo entienda y le haga pensar cosas nuevas que no pensaba antes, conectar cosas con lo que sabía. No me refiero a una lectura mecánica, con la que muchos chicos y chicas pueden decodificar, pero no entender, no hacerlo suyo y no disfrutar, que es tal vez el gran propósito de la lectura: disfrutarla como puerta de entrada al conocimiento.
Ahí viene mi pregunta: ¿qué estamos haciendo mal o qué podemos hacer distinto para que el aprendizaje de la lectura fluida y comprensiva sea universal? El otro día hablando con un amigo en común, el educador argentino Axel Rivas, decíamos que estamos pensando en la educación del siglo XXI y todavía nos quedan huecos pendientes de la educación del siglo XIX que no hemos resuelto para buena parte de la población. Pasan las dos cosas a la vez. «Estamos pensando en cómo innovar en muchas dimensiones de la escolaridad actual que son importantísimas: los horarios, en los agrupamientos, la metodología de enseñanza, en los proyectos que hacemos con los alumnos o en la inclusión de tecnología, y, a la vez, tenemos estos grandes nichos de desigualdad. Por eso traigo este libro de Salgado, cuyo título es justamente “La cuna de la desigualdad”. Muchos hablan del “efecto cuna”, que significa que donde naciste va a determinar tus posibilidades de vida. Entonces algunas de las preguntas que me hago respecto de la imagen son: ¿Cómo seguirá la vida de estas niñas? ¿Cuántos años más de escuela tendrán? ¿Qué aprenderán ahí? ¿Qué posibilidades les dará esta ocasión para lo que siga, o no las tendrán? Me pongo un poco pesimista, pero pienso que, tal vez, tengan alguna chance.
Te preguntas, por ejemplo, ¿cuál es la expectativa que pueden tener sus familias? Nos podemos preguntar si las familias de esas alumnas que están descalzas conciben que esta educación será una oportunidad para ellas o, si estas familias solo la ven como un período en el que las niñas estén allí custodiadas y después salgan a trabajar. Esto podría ser un debate propio del siglo XXI, venimos del derecho a la escolarización pero entramos de lleno en el derecho al aprendizaje. No se trata solo de ir a la escuela, sino de aprender.
Decíamos que ir a la escuela ya es un bastión que hay que seguir sosteniendo, porque todavía no está resuelto en muchas partes del mundo, pero, a la vez, en esa escuela hay que aprender, y hay que aprender cosas que sirvan y tengan sentido para la vida, para tener mejores oportunidades. Pensando en las niñas, me imagino dado que la foto es de Paraguay que son de la etnia Guaraní, y que, por ahí, lo de ir descalzas a la escuela tenga que ver con una costumbre cultural, aunque no lo sabemos. Pero, claramente es una escuela desigual, comparada con otras, y uno siente que hay más por hacer por esas niñas.
Déjame que te haga una pregunta que es obvia: ¿Por qué es tan importante que las chicas aprendan?
Que todos aprendamos es importante, niñas y niños. Pero las niñas han sido relegadas por muchos, muchos años a no aprender, o no aprender las mismas cosas que los varones, o aprender cosas para después quedarse en la casa con algunos roles predeterminados como ser amas de casa y madres y no poder imaginarse o emprender otro tipo de caminos profesionales.
Unicef alertaba en el período de pandemia que a las desigualdades socioeconómicas motivadas por el encierro del confinamiento, se sumaba la doble desigualdad en el caso de las chicas. Dentro de muchas casas se priorizaba que ayudaran con las tareas domésticas. Igual que señalamos nuestra sorpresa por que el derecho a saber leer y escribir aún no esté conseguido en la actualidad, desgraciada y lamentablemente, no en todas partes se entiende el derecho de las chicas a aprender del mismo modo que en los chicos.
Tengo un foco de trabajo en los últimos años en las áreas de STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática), donde la brecha de género es gigante, y ahí es donde hoy están los trabajos mejor pagados. Son áreas que podrían ayudar a muchas niñas a salir de la pobreza, pero todavía es algo que pareciera exclusivo o al menos mayoritario de varones. Hay muchos movimientos y organizaciones que están trabajando por acercar a las chicas a ese tipo de carreras y vocaciones. El primer paso es instalar en el imaginario de muchas niñas y adolescentes que ellas podrían ser científicas, podrían ser ingenieras o podrían ser tecnólogas. También en los varones tenemos brechas, no solo de género sino de acceso a estas carreras, pero para las niñas es aún más fuerte, y creo que es un camino hacia el empoderamiento y a participar de las grandes decisiones del mundo. Es clave. También lo es educar a los varones en la importancia de participar en las tareas de cuidado de las personas y del hogar, al igual que las mujeres. Queremos una sociedad más equitativa en la que podamos estar más juntos, tirar juntos para el mismo lado. Por eso, esa “cuna” de la que habla Sebastião Salgado en este libro es la clave de todo, especialmente en esos primeros años de la vida hasta el final de la adolescencia donde formamos los valores y conocimientos que nos van a acompañar siempre.
Estamos en el final de la rutina de pensamiento. Hemos observado de la manera más descriptiva posible, y esto nos ha generado pensamientos y preguntas. Quizás una de las preguntas, para finalizar la conversación, sea hasta qué punto el entorno físico promueve aprendizajes significativos.
Me quedo pensando… ¿Y qué podemos hacer si sentimos que no es así, que el entorno a veces incluso lo limita? Si sentimos que no está sucediendo, ¿de qué manera podemos transformar ese entorno físico incluyendo como charlamos el tipo de recursos que ponemos en las paredes, la disposición de los bancos, pero también incluyendo la interacción de los alumnos entre sí y entre alumnos y profesores? El vínculo relacionado con lo emocional y el vínculo relacionado con las propuestas que hacemos generan aprendizajes que valgan la pena.
Me parece que hemos dado respuesta a la rutina “Observo, Pienso, Me Pregunto”. Estamos convencidos de que podemos generar pensamiento crítico con este método científico de aprendizaje, tanto para docentes como para estudiantes.
Me gusta este ejercicio que hicimos juntos en vivo, donde se ve cómo uno lo transita, porque esto puede ser inspirador para que otros se animen a probarlo. Verlo en acción siempre ayuda a darse una idea de cómo lo podría poner en práctica uno mismo. Los invito a animarse a practicarlo con colegas, con alumnos de cualquier edad, ya que realmente genera unas conversaciones muy interesantes y muy ricas como la que hemos tenido. Enseña a pensar y a discriminar la observación de la inferencia, da la oportunidad de hacerse preguntas que, si no estuviera la excusa de la imagen o del recurso que sea, uno no lo haría. Así que ojalá esto los inspire a tratar de ensayarlo.
Muchas gracias, Melina.