¿CÓMO APRENDEMOS L@S JÓVENES EN LA ESCUELA?

Visual thinking de @Anasalamanca99

BILAL EL ABIYAD (BA). 29 años. Nació en Tánger (Marruecos). Con 14 años, llegó a L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), donde siguió cursando estudios de Secundaria. Estudió Formación Profesional de Electricidad y también se formó como pintor de pared, camarero y peón de construcción. Actualmente, cursa un grado superior de Formación Profesional en Instalaciones electrotécnicas y automatizadas, que compagina con profesor de taller en la escuela de segunda oportunidad El Llindar, donde había estudiado.

ELISA MENÉNDEZ (EM). 22 años. Nació en Barcelona. Cursa dos grados universitarios de Relaciones Internacionales (URL) y Estudios Literarios (UB). Trata de combinar ambas áreas de estudio porque cree que todo está atravesado por la política y lo político.

JULI GARBULSKY (JG). 22 años. Vive en Buenos Aires. Apasionado por muchas cosas como juntarse con amigos a pensar acertijos, componer música, o armar aviones a control remoto, aunque siempre se caigan. Está a punto de empezar la carrera de Ciencia de Datos en la Universidad de Buenos Aires, y antes cursé primero de Matemáticas. Es muy curioso: quiere entender cosas como por qué hay un universo o cómo funciona el cerebro humano. Su charla TED de 2017 tiene una amplia difusión

LUCÍA SERIÑÁN (LS). 18 años. Nació en Madrid. Estudió Bachillerato en la Escuela Ideo. Está estudiando Comunicación Audiovisual en la Universidad y dirección de cine e interpretación.

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(Las conversaciones están grabadas en momentos diferentes y por separado con cada uno de los jóvenes)

BA: Yo antes pensaba que la educación era aprender algunas cosas y un oficio. Y ahora, pienso que la educación es para siempre y no se acaba con la edad. Pienso en seguir educándome y formándome toda la vida. Para mí, es muy importante que haya escuelas como El Llindar, en que los jóvenes que abandonan tengan oportunidad de no hacerlo, por lo menos hasta una edad. La educación podría mejorar bastante en este sentido. Hay mucho abandono escolar de jóvenes.

EM: Yo antes pensaba que la educación era algo que no era político sino individual, y no entendía por qué los alumnos no se adaptaban. Consideraba que era solo una cuestión de interés. Ahora pienso que la educación tiene mucho que ver con la política y responde a una pregunta, que para mí es muy importante, y es qué tipo de ciudadano queremos y qué tipo de sociedad deseamos. Poner al alumno en el centro, más allá de su futuro laboral. La respuesta a esta pregunta es la que define el sistema educativo que se propone. Antes, me adecuaba perfectamente a aquella visión y ahora, aunque también me adapto, lucho para que cambie y deseo un sistema educativo que quiera formar personas de forma muy diferente a la actual.

JG: Yo antes pensaba que muchas de las cosas que no me gustaban y que me aburrían podrían cambiar si el sistema hacía grandes transformaciones. Ahora, me doy cuenta que podría haberme avivado en mi paso por la escuela y podría haber aprovechado más oportunidades. Por ejemplo: en los últimos años de la secundaria, jugaba al ajedrez todo el tiempo que podíamos con un grupo de compañeros. Como la escuela, ofrecía muchos talleres diversos, preguntamos si existía uno de ajedrez. Y nos dijeron que no. Ahora pienso que podríamos haberlo organizado nosotros mismos, pidiendo algún aula, llevar tableros, invitar a otros alumnos e incluso a algún profesor. Pero no lo hicimos porque creía que era el sistema el que debía cambiar las cosas y no los alumnos. Si ahora volviera a la Secundaria, lo haría diferente, haciendo las cosas que nos gustan hacer y contagiando esa pasión a otros.

LS: Yo antes pensaba que en la Secundaria debía ir por el camino que iban todos, que era mayoritariamente la Biología y las Matemáticas. La salida lógica era estudiar Medicina o una carrera de peso similar, basadas en exámenes en los que te lo jugabas todo. Mi experiencia en la Secundaria fue que la manera de estudiar consistía en memorizar y examinarse. A pesar de todo esto, opté por el Bachillerato Artístico, cambié de colegio y descubrí otras maneras de estudiar, de aprender, de colaborar en equipo y de no depender solo de exámenes.

A menudo nos toca estudiar cuando tenemos una edad en que no tenemos una experiencia vital tan larga que nos haga comprender la importancia de hacerla o nos motive la curiosidad de hacerlo. ¿Cómo podría ayudarnos la escuela a motivarnos?

EM: La escuela no debería presuponer que todos tenemos los mismos intereses y dejar otros relegados. He sentido siempre, como persona muy interesada por las letras, que he tenido que “sacarme las castañas del fuego” y buscar fuera de la escuela ese tipo de intereses. Por la suerte que tengo en mi entorno familiar los pude encontrar, pero no en el sistema educativo, que tiende a centrarse más en cuestiones orientadas al horizonte laboral. Debería pensar en ayudar a los niños y adolescentes a desarrollar sus aptitudes y cosas que les interesen, al margen de un sentido utilitarista, de que necesariamente te han de servir después para algo, y cultivar el sentido de disfrute y de goce. Tuve la suerte de tener profesores de Humanidades que no eran partidarios de priorizar la memoria. Pero, ahora en la universidad, y más en estos tiempos de COVID, me encuentro con exámenes centrados en la memorización.

JG: La cuestión tiene dos planos. Uno es cómo conocer algo nuevo que no conozco y que me gusta. Y el otro plano es, dado que conozco algo que yo sé que me gusta, cómo puedo hacer para seguir aprendiendo sobre él. En mi casa, fuera de la escuela, me gustaba aprender un montón de cosas (magia, música…). En la Universidad me ha acabado pasando lo mismo que en la escuela. Me acabé aburriendo. Dejé la carrera de Matemáticas en primer curso. Ahora, me dedico a dar clases individuales y en grupo a chicos y chicas de entre 8 a 15 años para entrenarlos en la metodología de acertijos que se utiliza en las olimpíadas de Matemáticas. Quiero contagiarles el mismo entusiasmo que a mí me causa. Ya me había pasado anteriormente que, dando clases a chicos que necesitaban ayuda en Matemáticas, notaba que no les interesaba aprender, y que solo querían aprobar. Yo sentía que lo que estaba enseñando era las mismas Matemáticas que me habían aburrido a mí. Por eso, ahora, me gusta mucho enseñar de esta otra manera a chicos que quieren aprender, que noto que disfrutan y que conectan las cosas que van aprendiendo.

LS: Es un tema muy complicado. En la Secundaria, hay tantas asignaturas que, obviamente, no te pueden interesar todas. Lo que haría es interactuar más con el alumno e indagar sobre lo que le interesa. En mi caso, hubiera agradecido un poco más de personalización y de comprensión por la manera particular que cada uno tiene. No todos comprendemos las cosas de la misma manera ni tenemos la misma capacidad de hacerlas. Yo tenía claro lo que quería hacer, pero no era el caso de la mayoría de mis compañeros. La tensión que tienen los profesores aún les generaba más dificultades.

BA: La escuela puede motivarte preguntándote y preocupándose por ti. Creo que el docente tiene que estar más atento a todo lo que afecta al alumno: ayudar, empujar, motivar… Tener en cuenta sobre todo a los alumnos que se quedan apartados. Sucede que al no demandar nada, los olvidamos sin darnos cuenta. Has de tener interés en que los alumnos salgan adelante. En España, hay muchas más oportunidades que en Marruecos. Allí, no hay una mirada diferente al alumno. Tratan a todos por igual y suponiendo el mismo nivel. Explican una cosa para todos y si te lo sacas, bien. Pero si no, te quedas abandonado y sin salida. No hay una escuela de segunda oportunidad como El Llindar. Es triste. Solo llegan los que tienen muchas capacidades. Los profesores no son cercanos, incluso a veces son agresivos. He vivido situaciones muy complicadas. Los profesores tienen mucho poder y tanto respeto que casi ni le puedes hablar. Un profesor no te va a preguntar cómo te encuentras o cómo está tu familia. En cambio, aun recuerdo una profesora del instituto de aquí que me llamaba a casa para animarme cuando no iba a la escuela. Me decía que podía y me facilitaba mucho ir avanzando. Para mí, fue muy importante porque acabé consiguiendo aprobar la secundaria.

¿Qué estrategia de aprendizaje utilizas?

JG: Me solía pasar que, cuando estudiaba para aprobar, no solía recordar nada al día siguiente de los exámenes o al cabo de poco tiempo. A veces, incluso, aprobaba sin entender nada de lo que estaba diciendo. Era aburrido, sentía que no aprendía y que me lo tenía que sacar de encima. Pero muchas veces, estudié para aprender o porque me gustaba lo que explicaban. Entonces, iba más allá de los exámenes, los aprobara o no, y sentía que aprendía, y adquirí muchas cosas que me quedaron después. Siempre me gusta entender lo que estoy haciendo y no hacer las cosas de forma mecánica. Me gusta tener que pensar. Y también me siento muy identificado con la experiencia de que aprendemos cuando tenemos que explicárselo a otro. Muchas veces me ha pasado que al tener que pasar a palabras algo que creía saber, me he dado cuenta de que no había entendido nada.

LS: No me cuesta estudiar porque me gusta. En la escuela, hacía mis apuntes y me hablaba a mí misma en voz alta. Y, luego, lo iba redactando todo. Recogía todo lo que me presentaban en formato digital o en clases magistrales, y lo trasladaba a mis propios apuntes.

EM: Desde que soy pequeña, el saber me ha cautivado. Aprendo por fascinación e interés y, a partir de ahí, escuchando. Es entonces cuando me gusta investigar más sobre lo que aprendo y dialogar con otros que se sientan igual de fascinados que yo, para poder hablarlo y discutirlo. En las aulas, hace mucha falta promover la discusión. Por ejemplo, aunque disfruto mucho la clase magistral, no defiendo el tipo de universidad que tenemos, basada en una capacidad memorística muy fuerte, en soportar dos horas sentada en un aula escuchando un temario denso y con poco margen de participación, y que después de tres meses, sin apenas haber dialogado contigo, tengas que saber hacerlo en un examen. Hay una excesiva distancia de autoridad entre el profesorado y nosotras, que no permite el diálogo.

BA: Aprendo escuchando al profesor, pero me cuesta tomar apuntes al mismo tiempo. Prefiero quedarme con lo que dice, y no perderme nada por apuntarlo. Cuando el profesor explica, también dice cosas con el gesto y con la mirada. También aprendo más con la práctica. Soy de aprender más haciendo con mis manos las cosas de verdad. Aprendo de las dos maneras, pero quizás más con la práctica. 

¿Qué experiencias positivas en la escuela te ayudaron a descubrir tu talento?

BA: Llegué a España con 15 años y me encontré con un nivel y un dominio del idioma mucho más bajos del que tenían mis compañeros de clase. No me enteraba de nada. No veía ningún futuro. Todo era oscuro para mí, hasta que, de repente, me ofrecieron la oportunidad de entrar en una escuela de segunda oportunidad (El Llindar) en la que las cosas eran muy diferentes. Aprendía en talleres de manera más práctica. Y me noté diferente y más motivado. Me defendía y competía con el nivel de mis compañeros. En el instituto anterior nadie me veía, era un invisible. El cambio fue clave para mí. En el instituto, las relaciones con los profesores eran totalmente distintas. No había vínculo ni se preocupaban por mi familia o por cómo me encontraba. Me sentía inútil. En El Llindar, enseguida sentí confianza y que creían en mí, aunque lo hiciera mal al principio.

LS: Disfruté mucho en Bachillerato. Especialmente en una materia llamada Fundamentos del Arte. Un día el profesor nos encargó hacer unas fichas en torno a diferentes obras, que luego había que explicar en clase. Alguien pudiera pensar que eso se te olvida después. Lo que me pasó es que, visitando el museo de Orsay, en París, con mi madre y mi hermana, les fui explicando todas las obras que había explicado en clase. Siempre he tenido claro que quería dedicarme a la música, pero también pensaba que debía hacer algo más para no arriesgarme tanto. Y veía que todas las chicas se orientaban a la Biología o a las Matemáticas. En la Secundaria, estaba perdida porque todo eso no era lo que me gustaba, y seguía pensando en las Letras. Resultó que, donde yo estudiaba, se cerró el Bachillerato de Letras por falta de alumnos. Faltaban cinco días para comenzar el curso. Entré en un ataque de ansiedad, pero tuve la suerte de conocer la escuela Ideo. Me la habían desaconsejado para entrar en estudios de música, en el que son muy estrictos, por su sistema tan abierto, pero eso era justo lo que yo necesitaba, aunque entonces aún no lo supiera. Y lo que pasó es que estudié Bachillerato Artístico, donde me abrieron la perspectiva al mundo audiovisual, y ahora estoy estudiando cine y también interpretación.

JG: En Secundaria me pasó que las Matemáticas nunca me gustaron. Las encontraba aburridas. Tenía un amigo que iba a la olimpíada de Matemáticas y me insistía en que fuera, pero yo le decía que eran Matemáticas, y que a mí me aburrían, y encima me proponía algo competitivo, que a mí no me gusta nada. Pero acabé yendo. Y me encontré con algo muy distinto, basado en acertijos divertidos como los que circulaban por las redes sociales. Lo pasábamos “rebien”, resolviéndolos en equipo. Al contrario de los problemas de Matemáticas de clase, con una estructura mecánica, los del taller de la escuela en que aprendíamos para la olimpíada te obligaban a pensar, usar la creatividad y ver también cómo lo hacían los demás. Me gustó tanto que no dejé de ir en los dos años que me faltaban para acabar la secundaria. Gracias a esta experiencia me metí en la universidad a estudiar Matemáticas, a pesar de haberlas odiado antes. Cuando pienso en las materias que tuve en clase, lo asocio con algo aburrido. Creo que es algo que nos pasaba a la mayoría de mis compañeros.

EM: Siempre me ha gustado mucho escribir, pero en el colegio no se promovía mucho, ni siquiera en las propias materias de lenguas. En casa ya tenía mucho estímulo para conocer, y siento que la escuela tenía menos que enseñarme porque ya lo recibía desde un lugar más personal. Cuando tenía 14 años, nos explicaron las opciones de futuro y entonces oí hablar por primera vez de la modalidad de Humanidades. Siempre nos hablaban de las otras, con salidas laborales más “utilitaristas”. Vi que podía formarme en lo que más me gustaba, pero nos advertían que había poca gente interesada. No le daban prestigio. Me impactó mucho y lo viví como una amenaza a lo que yo quería. En el Bachillerato, tuve una profesora de latín y de griego que daba una visión muy amplia, incorporando el pensamiento helenístico y cómo se podía vincular con el mundo contemporáneo. Teníamos que escribir mucho y leer artículos del periódico, relacionando la materia con lo que estaba pasando en el mundo. Nunca lo habíamos hecho antes. Hablábamos de política, por ejemplo, pero sin perder de vista que estábamos aprendiendo una cultura clásica. Aprendía a escribir a partir de relacionarme con textos más complicados, obligándome a escribir con un estilo que no había utilizado hasta ese momento, puesto que siempre había escrito textos de creatividad, y éstos tenían que ver con el entender, aunque también nos proponía escribir textos artísticos como poemas o relatos. Había una clara intencionalidad de enseñar a escribir. Noté que me ayudaba a mejorar mi forma de escribir con rigor y también con libertad.

¿Cómo te suena oír que aprender ha de ser divertido?

LS: He disfrutado toda mi vida aprendiendo. Para mí es muy importante, y me apena ver tantos chicos que solo van a la escuela para aprobar, y ni siquiera les dan tiempo a pensar si están disfrutando del aprendizaje o si de verdad están aprendiendo. Noto que tienen un pequeño trauma como para querer divertirse aprendiendo.

JG: Me suena que sí y que no. Pienso en el aprendizaje que tuve en las materias y lo asocio con algo aburrido. En la Secundaria, tuve la oportunidad de participar en una olimpíada de Matemáticas, me di cuenta de que aprender puede ser muy divertido.  Hay un youtuber, que tiene un canal de ciencia, que al principio empezaba sus videos presentando el tema que iba a explicar. Pero después, cambió completamente, y comenzaba con una pregunta que te atrapa, como algo relacionado con los agujeros negros o preguntando si el cereal con leche es una sopa. Lo que pretende es atraparte. Lo explica en un TED y dice algo así como “hacé que la persona aprenda antes de que se dé cuenta de que le estás enseñando”. Me gusta esta diferencia entre enseñar y aprender.

EM: Me surgen muchas contradicciones. Por el tipo de alumna que soy, sé que debería darse más importancia, pero creo que el aprender no siempre tiene por qué ser divertido, y no es necesariamente malo. Aprender no ha de ser un sufrimiento, pero lo contrario no es la diversión. Especialmente en las etapas a partir del bachillerato, hay un punto en que es difícil. En ocasiones, la diversión tiende a caer en una cierta infantilización y subestimación del alumando. Y si siempre lo haces divertido, puede que no estés aprendiendo. El hecho de que cueste o que no entiendas las cosas, que sea un proceso más complejo o más aburrido, también puede pasar y no creo que esté mal.

¿Cómo te sentías con tus compañeros?

JG: Siento que soy uno más de ellos. A la mayoría no nos gustaban las materias y varios nos metíamos en talleres, que ofrecían después de clase y que sí nos interesaban, sobre Matemáticas, Robótica, Astronomía… Nos pasaba que estudiábamos para aprobar sin necesidad de entender lo que hacíamos.

BA: En el ciclo formativo que estoy haciendo, los intereses de todos son muy parecidos y la mayoría tiene interés por aprender cosas y saber qué están haciendo. Algunos solo les interesa el título, pero no son la mayoría. Los niveles son muy desiguales. Me siento bien y cómodo con mis compañeros. Creo que, al ser mayores de edad, hay interés y un buen vínculo entre nosotros. De mi etapa en El Llindar, sí que recuerdo la alegría que teníamos por venir a la escuela y las buenas relaciones personales que establecimos. El Llindar es un recuerdo que no se olvida nunca. Todos acabamos descubriendo nuestro camino y hemos seguido estudiando.

LS: Me sentía un bicho raro, aunque tenía muchos amigos. Yo era “Lucía, la que canta ópera”. Era la rara, pero me respetaba todo el mundo. Lo que ocurría era que todos los demás querían estudiar Biología, Ingeniería y cosas así. Y yo quería estudiar música. Ahora, lo que pasa es que todas mis amigas están en la universidad dedicando muchas horas al estudio, y yo soy la diferente. Me ha costado hacerme respetar y que entiendan que no voy a estar estudiando tantas semanas, sino que tengo mucho trabajo diario y no tantos exámenes. Cuando les pregunto si les gusta la universidad, las veo que están asentadas en una carrera, pero con la sola motivación de estar en la universidad, sin mayor motivación por lo que estudian.

EM: Éramos muy diferentes. La escuela siempre me ha gustado. Es muy difícil que a un niño le guste la escuela tal y como está ahora. Has de tener una personalidad muy concreta para que te guste. Mi bienestar ha pasado mucho porque disfruto aprendiendo. Yo era diferente porque hay gente a las que le da igual la escuela, con toda la razón del mundo, porque no se sienten apelados por ella. Pero este no era mi caso. Esto crea diferencias porque no tenía los mismos intereses. Por eso, he sido una alumna más “friki” porque me gustaba ir al colegio, disfrutaba y tenía ganas de aprender, excepto cuando una materia no me interesaba, ya que desaparecía la fascinación. Antes, generalizaba mi opinión sobre el alumno prototípico al que no le interesaba la escuela, y sobre el que tenía muchos prejuicios, pero ahora veo que era más complicado, y que hay muchas razones por las que no les interesaba a mis compañeros de clase. También he ido encontrando compañeros con los que aprender compartiendo y dialogando, que es lo que más me gusta. Me he sentido cuidada por los profesores porque yo era para ellos la alumna modélica. Ahora me doy cuenta de que esa diferencia no era buena para aquellos de mis compañeros que tenían menos interés o más dificultades. La Universidad es muy diferente. Somos mayores, hay menos personalización.

¿Qué te ha quedado de la escuela?

JG: Acostumbrarme a una organización más estructurada, los horarios, y a sistematizar una disciplina horaria diaria. Me ha quedado un poco de perseverancia.

LS: Destacaría dos cosas. Hacer apuntes, o sea pasar a tus palabras lo que estás estudiando. Veo que hay gente en la universidad que no sabe hacerlo, y me parece un drama. Y también a no estudiar el último día.

EM: En términos que no se refieran a un temario, me cuesta pensarlo. La escuela no me enseñó tanto en el plano formativo como me hubiese gustado. La profesora que he mencionado sí que nos hablaba desde un lugar más vital y salir más allá de las asignaturas. Al fin y al cabo, siempre que estás en la escuela, hablas de cosas más importantes que una materia porque están relacionadas con la vida y la sociedad. Es algo horrible que no puedan salirse de las paredes cuando el alumno lo necesita, especialmente en las etapas finales. Lo que he podido sacar de la escuela para la universidad, en el sentido de la capacidad de adaptación de la que hablaba antes, ya me venía de serie.

BA: La escuela me lo enseñó todo. Es verdad que en casa y en la calle también se aprende, pero todo lo que he aprendido en la escuela me ha servido para algo. Ahora se lo digo mucho a mis alumnos del taller. Nunca sabes que te espera en el mañana. 

¿Cómo comenzarías una clase?

BA: De la mejor manera. Quiero que me presten atención y le pido que se acerquen físicamente a mí para no tener otros obstáculos. Repito las cosas las veces que haga falta. Y si no lo consigo, las explico con la mano. Todos tienen capacidad de aprender. Unos, a la primera; otros, a la tercera; y otros, a la cuarta. Todos tenemos nuestro tiempo. No se trata de pensar solo en uno. Suelo preguntar si han entendido las cosas, pidiéndoles que me lo expliquen ellos. Busco los mejores recursos posibles para que lo entiendan. 

JG: Me gusta ir jugando con los chicos para explorar un tema, porque a mí también me gusta más ir probando primero, más que si viene alguien y me lo explica todo. Me doy cuenta de que, a los chicos que doy clases, les gusta esto de jugar, pensar los acertijos y los problemas, e ir viendo qué pasa. Después de haber resuelto un problema, les muestro alguna técnica o vuelco algún conocimiento relacionado. Creo que les gusta y lo disfrutan.

LS: Primero intentaría conocer al alumno que tengo, establecer una relación más allá de la asignatura, y saber si le gusta y por qué. Y en base a eso, intentaría establecer una estrategia.

EM: Para ser honesta conmigo misma, tengo que reconocer que me ha costado mucho entender y empatizar con los que nos tienen interés por aprender. No tengo respuesta a la pregunta de cómo son las diferentes formas de aprender. En todo caso, lo primero que haría es darles la palabra antes de decidir cómo voy a enseñarles. Creo que el problema mayor es que no se entiende la enseñanza como un diálogo, y que se establece desde una autoridad excesiva.

¿Cómo te imaginas dentro de diez años?

JG: No tengo ni idea. Me veo más por alguna de las cosas que me interesan como la música, la matemática, la lógica, la programación… Pero si no sé ni lo que voy a hacer el año que viene, menos de aquí a diez años. En el corto plazo sí que me veo enseñando a niños y adolescentes las mismas cosas que me motivaron a mí.

LS: Estudiando, trabajando y profundizando en algo que me guste. No me veo asentada porque soy muy inquieta. Me gustaría decir a los que están en el momento de decidir qué estudiar, que piensen que un año no es nada, y que es más importante que disfruten aprendiendo y que busquen la manera de sentirse bien con lo que están estudiando. Que no pasa nada por no saber lo que te gusta al mismo tiempo que los demás.

EM: Me gustaría mucho hacer doctorados en las áreas de conocimiento que estoy estudiando, Literatura y Relaciones Internacionales, pero lo veo un poco “naif”. Me veo dedicándome a ello de forma más directa, relacionando lo que he aprendido con su aplicación práctica. Y también investigando y aprendiendo. Esto es lo que más me gusta.

BA: Nunca lo hubiera dicho antes, pero me gustaría seguir estudiando y ser un buen profesor, formándome en ello. Me gusta ser profesor porque doy a otros la oportunidad que me dieron a mí. Me gustaría ayudar a los que se sienten apartados y que sientan que soy una persona que les ayuda.

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Publicado por Pepe Menéndez

Soy Pepe Menéndez. Comunicador y consultor en procesos de transformación profunda de la educación. He formado parte del equipo directivo de Jesuïtes Educació, que imaginó, diseñó y desarrolló el proyecto de transformación educativa "Horitzó 2020". Nací en Barcelona el 21 de agosto de 1956. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (1982). Trabajo en educación desde 1981. He enseñado en todas las etapas educativas de la Secundaria y de la Formación Profesional. Convencido que el liderazgo para el aprendizaje y la transformación social puede dar mejores oportunidades a alumn@s y profesor@s.

2 comentarios sobre “¿CÓMO APRENDEMOS L@S JÓVENES EN LA ESCUELA?

  1. Hola Pepe, saludos desde la misteriosa Buenos Aires. Te felicito por este video, son muy interesantes las reflexiones de los estudiantes. Creo que los docentes muchas veces nos rompemos la cabeza leyendo libros y papers sobre cómo mejorar la enseñanza/aprendizaje, y nos olvidamos que los alumnos tienen muchas pistas para darnos. Gracias por tus aportes!!

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